Libertad

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La inmensidad de las nubes

martes, 8 de septiembre de 2015

Mami de 43 años que corrió un Ironman, no lo sabías?




   Lo que se promete es deuda, por ello aquí está la entrada de esta semana como dije el martes pasado, esta semana le toca el turno a la madre que fue al Ironman a los 43 años, esta luchadora se llama Lourdes Torres, hace ya años fue en el 2009 pero me gusta recordar a las personas que han marcado un antes y un después en la historia del deporte y sobretodo de la vida de las personas.


La noticia salió publicada en la revista Sportlife, a fecha de 27/02/2012, y hoy aquí la recuerdo para todos y para ti que a lo mejor no conoces a esta mujer tan especial, no es famosa como Danny Macaskill (entrada de la semana pasada), pero si que es muy importante para muchas personas que somos fans, aquí está la historia de esta señora de las carreras.

“El nueve de septiembre de 2009 hubiera sido un día como cualquier otro de no ser porque pasó algo que cambió mi vida. Por entonces, yo tenía 41 años y dos hijos, Camila, de 12 años y Voba, de 9. Pese a que me gustaba salir en bicicleta, nunca había corrido una carrera popular y no estaba ni mucho menos segura de poder acabarla, así que a efectos prácticos era algo así como una mamá con buena predisposición hacia al deporte. Fue entonces cuando mi hija Camila me pidió dinero en el desayuno para dárselo a una ONG.  “¿Bueno Camila, así sin más?”, le dije. “Sí, quiero ayudar”, respondió. Por la tarde, en la sala de espera del médico, ojeando la revista “Sport Life”,  vi anunciada la Carrera de la Mujer, que se iba a celebrar en octubre en Barcelona. “Pueden participar madres e hijas y parte de la inscripción va destinada a la investigación del cáncer de mama”.
“¿Qué te parece Camila si participamos? ¿No crees que es una buena manera de ayudar? Mejor participar que no dar dinero sin más, ¿no?” Total son 5 km. Hacía un mes que había empezado a hacer footing, media hora dos veces a la semana, y me aburría. Pensé que esta carrera era una buena oportunidad para motivarme. Bajamos Camila y yo a Barcelona un poco nerviosas, pensando en las complicaciones: aparcar, encontrar el arco de salida, que si nos perdíamos… Sin embargo, fue fácil, llegamos sin problemas y afloraron mis primeras sensaciones. Me empezó a llamar todo la atención. La cantidad de personas reunidas convocadas a correr con un objetivo común, el buen rollo, la complicidad entre los participantes. Nos pusimos en la cola de la salida, sin calentar ni nada. Sólo observábamos. Dieron la señal de inicio y empezamos a correr, ¡¡¡wow!!! qué sensación correr por las calles de Barcelona, que increíble, me pareció francamente fascinante. El fin de semana siguiente vino a casa un gran amigo de la familia, Tonín, periodista y corredor esporádico. Fue entonces cuando le conté lo de la Carrera de la Mujer. Al enterarse, me retó con participar en la Jean Bouin a finales de noviembre. “Tonín, diez kilómetros son diez kilómetros, la verdad es que nunca he corrido más de 6 o 7, así que no sé si podré”, le hice saber. Su respuesta fue: “Yo te acompañaré: correremos juntos”. Como me había gustado tanto La carrera de la Mujer, decidí hacerle caso y, a pesar de mis dudas, conseguí correr los 10 km en 1:03:00 h. “¡Qué pasada! he corrido 10 km en una hora. ¡No soy tan mala!”


Esa carrera me enseñó a descubrir aspectos de mí que desconocía. Por ejemplo, era capaz de completar con éxito distancias que unos meses antes ni hubiera podido imaginar. También supe que, si mantenía un ritmo constante, mi cuerpo respondía bien a distancias a las que no estaba acostumbrada. Varios días después, cuando la adrenalina del running ya corría por mis venas, coincidí con mi amiga Nora, que me hizo saber que unas amigas suyas acababan de completar la triatlón de Barcelona, una prueba que todavía no formaba parte de mi vocabulario y que me llevó a hacerle preguntas muy básicas: “¿Pero no se secan? ¿y la arena de los pies? Qué frío ¿no? ¿Después siguen mojados, dejan la bici y se ponen a correr?¿Todo seguido en el mismo día?” Unos cuatro meses, después empecé a sentir que algo había cambiado en mi vida. Así que en enero de 2009 dejé de entrenar media hora, dos días a la semana y pasé a hacerlo por espacio de 45 minutos o una hora. Empecé a pensar que si había sido capaz de doblar la distancia en un mes, por qué no hacerlo de nuevo. En mi ignorancia, me apunté a la media Maratón de Barcelona. La acabé en 2:17:00 h, pero, he de reconocerlo, estuve tres semanas con un dolor inmenso de espalda y las piernas de vez en cuándo me iban fallando. Pensé que una maratón era sencillamente imposible. De hecho,  no entendía como podía haber personas  capaces de recorrer 42,195 km. Esa distancia estaba fuera del alcance de mi mente y por supuesto de mi cuerpo.


A mi marido le gustaba la bicicleta y me animaba a salir los fines de semana. Durante esa primavera compaginé mis dos salidas a correr con una salida de un par de horas en bici los fines de semana. Fue entonces cuando decidí entrenar un poquito más, aprovechando que mi marido era un amante de practicar deporte el fin de semana. Aquel verano hicimos juntos el camino a Santiago en bicicleta, 760 km en 12 días. Me sentía fuerte. Al volver pensé que tenía que mirar esto del triatlón de Barcelona, ver un poco en la página web cómo funcionaba etc. Una sprint eran 750 metros nadando, 20 Km en bici y 5km corriendo. No parecía tan complicado. Tenía que darme prisa: la Triatlón se corría en octubre. Intuí que a esta prueba no debía ir sin estar preparada por alguien que supiera bien cómo  y el qué entrenar.  ¿Cómo busco yo ahora un entrenador? ¿Por internet? Por probar escribí las palabras en Google “entrenador personal de triatlón” y le di a intro. Apareció Iván Herruzo, ¿Herruzo? Nunca había oído este apellido, bueno, le escribiré a él. Quedamos un día para conocernos y para que me explicara como funcionaba todo esto”.“ Esto engancha Lourdes” ¿Cómo me va a enganchar si yo sólo quiero hacer una para pobrar? - me dije a mi misma mientras lo escuchaba. “Yo te recomendaría hacer primero la de Vilanova, más relajada, y después la de Barcelona”. Por dentro pensé: ¿pero es que hay más triatlones aparte del de Barcelona? Parece ser sí, pero no digas nada, disimula…

¿Eso es un Ironman?



Dicho y hecho: a los pocos días me preparó un calendario de entrenos y, uno detrás de otro, los hice. Un día Iván me convoca para realizar un entreno conjunto con otras tres chicas. Primero nadaríamos y después correríamos. ¿Las dos cosas el mismo día? Bueno Lourdes, en algún momento habrás de empezar a hacer más de una disciplina seguida. No se me olvidará nunca, Delia, preparaba su primer Sprint como yo, Cristina preparaba su primer Ironman al igual que Olivia. Perdón, ¿qué estáis preparando? ¿Un qué? ¿Un  Ironman? ¿Qué es un Ironman? 3.800 m nadando, 180 km en bicicleta y 42.195 km. ¿Nooooooo, me estáis tomando el pelo? ¿Eso es un Ironman? Tanto km era incapaz de sumarlos en la cabeza.. ¿¿¿Un Ironman.???!!!!! Pero si cuándo sales del agua, estás súpercansado, cómo vas a ir en bici 180 km y después correr una maratón? Llegó la víspera del triatlón de Vilanova, en casa nadie me hacía caso; tampoco lo pretendía. Estábamos fuera, en la comarca de L´Empurdà (Girona) y les recordé que esa tarde volvía a Barcelona porque al día siguiente llevaba intención de participar en la triatlón de Vilanova i la Geltrú, una localidad situada a 46 kilómetros de Barcelona. “Bueno, pues nos vemos en casa y que vaya bien”, me desearon mis dos hijos y mi marido. Al llegar a Vilanova, aparqué el coche cerca de una furgoneta de donde se bajaban chicos y chicas con el mono del “Club Gavá Triatlón”. Iván ya me había contado que era el entrenador del Club Gavá. Qué envidia me daban, haciendo bromas, hablando de la prueba. Yo me sentí como un pollito mojado, pero había quedado con Delia que también debutaba y estaba muy contenta de estar viendo amanecer (llegué la primera a recoger los dorsales) y por ver como todo se desarrollaba alrededor de una triatlón. De nuevo me quedé fascinada. Todavía guardo en la retina ver a Iván llegar a boxes, dándome unos consejos y animándome, sobre todo, a disfrutar: “no pienses en nada más que en disfrutar”, me repetía. El caso es que salí airosa de mi primera triatlón distancia Sprint, a pesar de hacer el tramo acuático nadando de espaldas, incapaz  de nadar crol. Cuándo la acabé, pensé que aquello había sido muy divertido y que tenía ganas de hacer la siguiente, la de Barcelona. “¿Chicos, a la triatlón de Barcelona vendréis a ver a mami, no?” Sí, allí estaban, sentaditos en la arena esperando mi llegada de la natación. El mar estaba embravecido y, justo antes de salir del agua, me cayó una ola enorme con un tiarrón de 1m 90 cm encima. El golpe fue tal que durante una semana llevé un moretón alrededor del ojo, había perdido la lentilla, pero el solo  hecho de ver a Curris, mi marido, y a Camila y Voba, mis dos hijos, hizo que se me fuera de golpe todo el dolor y que subiera a mi “Trek” hibrida para hacer el recorrido bici. “¡¡¡Venga mami, ánimo, ya ha pasado lo peor!!!”, me gritaban desde la orilla.... Si hombre, ¡faltaba lo peor! “Es duro esto del triatlón,” pensaba mientras corría, sentía las piernas como dos contenedores llenos de cemento, clavados al asfalto. ¿Un Ironman? ¡qué barbaridad! Pero al llegar  a meta, se olvida todo. Ohhh, que subidón, como me gustó. Un gran día y lo mejor de todo: en compañía de la familia. Ya tocaba otra vez la Carrera de la Mujer en el calendario. Sin dudarlo llamé a mis amigas, a mis sobrinas y a toda aquella persona que se me ocurriese para animarlas a participar. Muchas se apuntaron, incluidos papás e hijos. ¡Fue una fiesta! Después fuimos a desayunar y formamos un grupo que empezamos a correr juntos y a participar en las carreras. Mientras, en mi cabeza rondaba la idea del triatlón olímpico (1,5Km, 40Km y 10Km). La “temporada” había acabado. Quería seguir. “Apúntate al club Gavá y ven con tus hijos”. “¿También entrenas a niños Iván?” Es el único club con escuela de triatlón para niños. Ohhhhh, no lo dudé ni un instante y le dije a Voba, mi hijo pequeño, si quería ir con mamá a entrenar a Gavá, una localidad situada a quince minutos en coche (y a menos de una hora corriendo…) de Barcelona. Serían nuestras tardes, para los dos. Voba se entusiasmó. ¡Sí, voy! En cambio, pensé que mi hija Camila sería más difícil de “engañar”... En realidad, estaba muy equivocada. A día de hoy, Camila y sus amigas ya han acabado dos triatlones Sprint, y varios 10.000, se lo pasan en grande y el peor castigo es no llevarlas a entreno. El triatlón se ha instalado de forma positiva en casa, todos participamos, compartimos entrenos y pruebas.

Noviembre 2009

“¿Qué te parece preparar la maratón de Barcelona?”“¿La maratón de Barcelona? Uff Iván. Qué barbaridad!!! ¿Tú crees? Me decidí y me volqué con la preparación, incluyendo la alimentación. Me preparaba yo misma unas barritas energéticas siguiendo los sabios consejos de Virginia, mi amiga dietista. “¡Vaaaaamos Lourdes, sólo queda un kilómetro!” Curris, Camila y Voba me habían acompañando los últimos 22 km con las bicicletas y no paraban de animarme. En mi cabeza me había planteado una maratón de cinco horas. Woooow 4:40:00, pasar por el arco me dio una dosis de euforia, emoción y alegría. Mis padres y hermanos estaban también ahí asombrados. Durante las siguientes tres semanas no me podía quitar esa sensación de haber conseguido llegar a meta.

Mayo 2010

“¿Vendrás a la próxima reunión informativa para la expedición del club al Ironman de Zurich del 2011? “ “No, claro que no.“ “Lourdes ven.”  No sé por qué Iván me propuso ir a esta reunión. Sólo había corrido cuatro Triatlones Sprint. Él era consciente de que soy siempre de las últimas en las competiciones y que lo paso mal en el agua, en donde por no acabar como un mejillón encrustado en los espigones con un ataque de ansiedad o humillada por ser retirada por los socorristas, tiro hacia delante.
Iván insistió: “¿Vendrás?” “Dame tres razones por las cuales piensas que deba ir a la reunión. “No me preguntes por qué Lourdes, lo sé. Ven a la reunión y después decides.” Bueno chicos, cenar cuando llegue papá. Voy a una reunión a Gavá”, les dije.


“¿Te apuntarás?” Era la pregunta que circulaba entre los asistentes a la reunión después de que Iván explicara y nos propusiera participar. ¿Cómo me voy a apuntar a un IM? Una cosa ha sido la maratón, pero  un IM, es demasiado. ¿Qué hago con los ataques de ansiedad? 3.800 m nadando, sería imposible. Sí, si, ¿Pero, te imaginas por un sólo instante? Y sin saber por qué tomé la decisión de inscribirme. Quizá fue por imaginármelo durante un SOLO INSTANTE.
Si Iván confiaba plenamente en mi, ¿Por qué no lo debería hacer yo? Aprendí a confiar en mi.
No encontraba el momento de soltarlo en casa. Curris, mi marido, no lo entendería. Tardé dos meses en decírselo. Muy inoportuna, estaba subido a una escalera cambiando un foco, se cayó la lámpara de pared de cristal de sus manos ¡Plaaafffff!, “¿Un QUÉ, Lourdes?” “No pasa nada papá”, dijo Voba, mientras barría y recogía los cristales del suelo,  “es un Ironman” (a los niños se lo había dicho), muchas personas lo hacen”. “¿Cómo qué muchas personas lo hacen Voba?, exclamó Curris con cara de “hasta aquí hemos llegado” .
Desde aquel momento fue un tema bastante tabú en casa. No se hablaba del Ironman y si por casualidad alguien preguntaba, Curris callaba con la serena confianza de que finalmente las cosas caerían por su propio peso, es decir, que acabaría “pinchando”. Pero siempre pude hacer todos los entrenos con su apoyo, “no te preocupes, sal en bici con los de Gavá”. Llegaba a casa y la comida estaba preparada y la mesa puesta, era ducharme y sentarnos los cuatro a comer. Hablábamos de otros temas.

Agosto del 2010.

Una buena amiga me sugirió escribir mi experiencia en un blog. ¿Un blog? Me quedé con su propuesta en la cabeza. Pensé que sería una manera de comprometerme en el proceso de  preparación y el 1 de enero del 2011 abrí mi particular blog: “Mami de 43 años prepara un Ironman”, así lo llamé. Al acabar los entrenos escribía a modo de diario. Cada día estaba más implicada, más atrapada en este aventura. Constataba mi evolución. Observaba mi cuerpo con atención en cada entreno para poder escribir en el blog y no perder información. Fue una gran ayuda, conocí mis límites, mis ritmos, mis sensaciones y aprendí a reservar fuerzas, a ser paciente. Analizaba exactamente qué debía comer y cuándo. También me hice la biomecánica de la bici con mi sobrino Victor, especialista en esta materia. Todo estaba testado.
Una detrás de otra, las pruebas las iba superando: un duro stage de tres días con el Club Gavá (Iván al frente), dos medios Ironmans, entrenos duros y largos “¿Pero no pincharás nunca Lourdes?” “¿has vuelto a llegar a la meta y no estás destrozada?” Curris se rendía ante la evidencia de que los objetivos se iban cumpliendo. “Lo siento”, le decía entre risas, “he llegado y me encuentro bien. No me voy a desapuntar del Ironman”. “No me lo puedo creer, ¿a ver si al final va a ser verdad?”, alucinaba mi marido.
Los compañeros del club Gavá siempre me daban ánimos. Su compañía fue impagable.  Yo era la más débil del grupo, la que más ayuda necesitaba, pero nunca me lo hicieron ver. Éramos un gran equipo. Grande, grande Gavà. “You’ll never tri alone”.
Tuve la suerte de conocer a Tere Fullana, la mejor profesora de natación que podría haber tenido. Ella es especial. Consiguió quitarme el miedo y no hacerme pequeña en la línea de salida. Nadaba conmigo, me moldeaba, me exigía, me retaba a ser fuerte. “LÚCHALO, no pares, no te quedes ahí, sigue Lourdes, sigue, ¡SIGUE! tú puedes. ¡A por todas!
Y así, sin darme cuenta, pasó un año. Por entonces, sabía algunas cosas más. Por ejemplo: había descubierto que a la hora de salvar grandes distancias se corre más con la cabeza que con las piernas. Y también que había ciertas estrategias de motivación (como fabricarme victorias parciales o recitar mantras en momentos de máxima debilidad) que me daban muy buen resultado. Y, sobre todo, que con un entrenamiento mental y físico adecuado era capaz de dinamitar todos mis límites.
10 de julio de 2011
Zurich. 6.45 horas de la mañana. Ahí estaba, en la playa del lago. El día despuntaba, el cielo despejado anunciaba un gran día. Yo miraba embelesada el agua, las montañas al fondo, no sentía nada más que la magia que me envolvía… faltaban pocos minutos para que dieran el pistoletazo de salida.
Ahí está Iván:  “Animo. Hoy es el día, hoy hay que ser fuerte……estás en el Ironman”…
Y la historia la terminamos de contar nosotros. El Ironman fueron 15 horas y 57 minutos de verdadera emoción y también de angustia. Y es que Lourdes acumuló retraso en el agua y luego en la bici (dónde le cayó una tromba de agua) y llegó tarde por 5 minutos al corte de la bici. La dejaron seguir pero en la siguiente barrera no había perdón: a las 11 de la noche (cuando se cumplieran 16 horas de carrera) cerraban la meta y lo desmontaban todo. ¡Por 3 minutos cruzaba esa meta y vivía, como ella confiesa, uno de sus esos cuatro grandes momentos que se viven en un vida!
La “mami” de 43 años que acabó un Ironman ahora tiene nuevos retos: bajar de 4 horas en el Maratón de Barcelona, el Marnatón (nadar del Cabo de Creus a Cadaqués)…pero sobre todo seguir enganchando a más gente al deporte.

Esta es la historia de la súpermami! ojalá yo tuviera una madre así! Espero que les gustara y el próximo martes otra vida que contar! 













Fuentes:
Página de la protagonista : http://ironmanzurich10dejulio.blogspot.com.es/
Sportlife entrevista.

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